La Transilvania que se esconde detrás de Dracula – Bucarest y Transilvania, Rumanía

           En este poco tiempo de viaje (o mucho, según los ojos de quien lo vea) hemos visitado desde pequeños pueblos a grandes ciudades capitales, pasando también por las que se encuentran en el medio de esa escala tan subjetiva pero real. Charly García hizo una canción (ma´que canción TEMAZO) que habla de la “grasa de las capitales”, de ese humo contaminante que sobrevuela las grandes metrópolis que además de infectarte los pulmones te machaca el cerebro, alienándote y convirtiéndote en “uno más”, en alguien impersonal que se parece a todos menos a vos mismo. Y es que en este tramo de viaje hemos aprendido que en las grandes ciudades la gente se comporta más o menos parecida en todos lados, sea Roma, Tirana o Sofía, todos comparten mismos “patrones” que no hace falta hacer referencia, porque usted lector, seguramente sabe de lo que hablo. Sin embargo nos hemos topado con muy buena gente en estas capitales, con bichos raros que están abiertos a pensar distinto que la última moda. Es cierto que nos sentimos más cómodos en los pueblos chicos, donde las costumbres del lugar las aprendemos mirando a la gente en la calle o conversando con locales, en lugar de tener que estar espiando por la rendija que te dejan entrever los negocios de Vodafone y Mc Donalds para descubrir cuál es la comida típica de un lugar. Sea como sea, en este viaje de mochila con fecha de vencimiento (ya se que faltan muchos meses más, pero esto se pasa volando), las capitales son importantes porque mucha gente va y viene de ellas, lo que nos proporciona un primer paso en cada país como para después apuntar hacía el punto que más nos entusiasme del mapa.
En las plazas/parques de Bucarest – El banco atestigua nuestra ubicación

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