Explorando rincones impensados – Lituania y Letonia

                Levantarme a las seis y media, ducha matutina despierta-muertos, vestirme medianamente formal para ir al trabajo mientras veo el noticiero, caminar hasta la estación, viajar en el querido Roca (¡el tren eh! nunca le diría “querido” a uno de los asesinos de los pueblos originarios de nuestro país), combinar con el subte que voy igual o más apretado que en el tren, llegar a la oficina y empezar con unos mates (probablemente uno de los mejores momentos de la mañana) y con el trabajo del día. Un almuerzo con los genios de mis compañeros de trabajo y empezar a contar las horas para salir. Una vez afuera, tipo cinco y media, subte y tren otra vez para ir a la facu. Cuatro horitas de cursada y a las diez estoy libre, fresco como una lechuga para empezar el momento del día en que ya no tengo responsabilidades u obligaciones. Me tomo otra vez el tren hasta casa, llego diez y media, ceno, miro una serie y a la cama que al otro día hay que levantarse temprano. Gracias por todo, felicidades.

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