Nuestro próximo destino en el mapa era Austria, primer país de los catalogados “primer mundo” que pisábamos y una manada de lugares para ver en el Estado sin salida al mar. Llegamos a Viena desde Bratislava en menos tiempo del que tardo en viajar de Quilmes a Capital Federal. La capital austriaca que le dio nombre a las salchichas que comúnmente comemos alberga un millón y medio de personas, pero ya de entrada la primera impresión fue: “que hacemos acá”.
Si bien en muchos países nos sentimos extranjeros ni bien llegamos, con el tiempo vamos naturalizando esa sensación. En el país con menor índice de desempleo de Europa su carta de presentación fue la impresión de estar dentro de la película “The Truman Show”. Para quien no vio el film, se trata de la historia de un hombre que desde antes de nacer su vida es filmada y transmitida en vivo a todo el mundo, un reality show de un hombre (Jim Carrey) las 24 horas del día que vive en un set inventado, en un barrio ficticio donde los directores pueden controlar todos los aspectos de la vida de Truman, inclusive los detalles como el clima y los (des)amoríos. Claramente no nos sentimos filmados ni siendo parte de un reality show jaja pero la ciudad parecía un set de filmación, donde todos los engranajes funcionaba bien: los medios de transporte, las señalizaciones de las calles, la limpieza de todo y también funcionaban bien las personas, siendo extremadamente amables, cordiales y respetando todas las reglas que los rodean. Ni mejor ni peor, pero chocante para nosotros, acostumbrados a las demoras del Roca, a los pozos de Lanús o a cruzar la calle por mitad de cuadra. Tanta fue la diferencia inclusive con los países del Este europeo que nos llevó a pensar en ese “que hacemos acá”, como si hubiésemos entrado a ver La Traviata en el teatro Colón en bermuda y zapatillas viejas.